Tenacatita, crónicas de un despojo.

Por Paulina Maravilla Herrera y Ana Isabel Sarmiento Hernández, alumnas de Psicología, integrantes del PAP Verano 201. Fotografías cortesía de las alumnas.

Salimos del ITESO como parte del Proyecto de Aplicación Profesional [PAP]: “Movimientos Sociales y Conflictividad”, nos llevó cinco horas llegar a Tenacatita; entre pláticas respecto a la historia que estaríamos a punto de atestiguar y sueños, el tiempo pasó volando.

El recibimiento, por parte de algunos pobladores de El Rebalsito fue cordial; habíamos acordado tener una entrevista con los afectados del desalojo,  por medio de una persona que nos apoyó en nuestra visita y que ha sido un increíble soporte para la localidad de Tenacatita difundiendo la situación por medio de blogs, mail, páginas de internet, etc.

En la espera de la hora acordada para la entrevista, decidimos darnos una vuelta por la playa para conocer la famosa Bahía y refrescarnos en sus aguas. El lugar es muy hermoso, el reflejo en el mar deja ver claramente el azul del cielo, la arena te invita a caminar sobre ella y la hospitalidad de la naturaleza se respira por doquier. En contraste con estas maravillas, para ingresar a la Bahía nos encontramos una malla ciclónica -que impiden el libre acceso-,  fuertemente resguardada por elementos uniformados identificados como “Policía Estatal”, acompañados de unos perros (enjaulados), quiénes nos pidieron nuestra identificación personal, motivo de visita, nos revisaron la cajuela del auto ya que prohíben la entrada con cualquier tipo de cámara. Por un momento nos sentimos como si estuviéramos haciendo algo ilegal, como si estuviéramos a punto de entrar a un lugar -muy lejos de ser vacacional o familiar- similar  a una escena de crimen. Te hacen sentir incómoda y observada todo el tiempo.

Después de disfrutar las delicias de la playa, nuestra curiosidad por conocer la versión de los afectados del desalojo se incrementó. Las horas pasaron y el encuentro con algunos pobladores de Tenacatita llegó. Al término de la entrevista nos percatamos de que sabíamos poco sobre este conflicto y, contrastada con la versión oficial, hay mucha falsedad sobre los hechos ocurridos.

“No fue un desalojo, fue un despojo” mencionó un afectado durante la entrevista.

La madrugada del 4 de agosto del 2010, alrededor de las 3 de la mañana, la tranquilidad de la Bahía de Tenacatita cambió. Habitantes y  turistas despertaron debido al fuerte golpeteo en las puertas de sus casas. Al escuchar el tumulto; algunos decidieron esconderse, otros que ya habían vivido una situación parecida, corrieron por sus papeles para señalar que todo se encontraba en regla, otros más no supieron cómo actuar ya que irrumpían sus hogares sin alguna orden de cateo ni algo parecido. Todos fueron despojados de sus propiedades y pertenencias. Aquellos que opusieron resistencia fueron violentados, física y verbalmente, mediante el uso de armas y golpes, y cinco de ellos fueron encarcelados. Los documentos mostrados e intentos de diálogo por parte de los residentes fueron ignorados por los agresores. Los negocios de toda una vida fueron saqueados, destruidos o quedaron ocupados por la policía estatal. Algunos hogares que albergaban recuerdos generacionales no existen más.  Los residentes de Tenacatita habían invertido todos sus ahorros en restaurantes y hoteles modestos, pues vivían del turismo y comercio regional de la zona.

El señor José de Jesús Andrés Villalobos causante del despojo, dice ser el dueño de 42 hectáreas costeras, sin embargo en versión de los afectados, en el desalojo se apoderó de más de 100 hectáreas. El proyecto que el señor Villalobos pretende con el litoral de Tenacatita anuncia el desarrollo de un megaproyecto enfocado al “gran” turismo, con campos de golf e instalaciones de lujo, sin reparar en el impacto ecológico negativo que tendría un proyecto de esta naturaleza en la zona.

Ante toda esta injusticia e imparcialidad por parte del Gobierno del Estado, algunos de los habitantes decidieron no quedarse con los brazos cruzados. Motivados entre ellos, planean acciones conjuntas de defensa jurídica y denuncia pública. Los afectados proponen como alternativa: que se les paguen los daños ocasionados y se regrese a quienes poseen los títulos de propiedad, es decir los ejidatarios. Pero los avances no son claros y el tiempo sigue pasando, por lo cual algunos otros, han decidido buscar alternativas de empleo, continuar la lucha por vías pacíficas y, los menos, han emigrado.

Hoy,  a poco más de un año del despojo, los residentes no pueden pisar su territorio, la entrada es controlada por la policía estatal (y no por policía privada como lo anuncia el Gobierno Estatal) los restos de sus propiedades  asemejan el paso un huracán que dejó solo escombros a su partida, mientras, sus habitantes han tenido que reconstruir sus vidas, buscar nuevas fuentes de trabajo, así como embarcarse en una lucha constante contra un gobierno que consideran injusto.

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