Re/vivir el centro


Por: Juan Palomar

Para darle nueva vida y renovada esperanza a Guadalajara hay que contar con las jóvenes generaciones. Las otras no tienen mayor remedio: ya no tienen idea de cómo se vive una ciudad y todo mundo que puede se refugia en los cada vez más dañinos y problemáticos “cotos”-baratos o caros-, en emplazamientos cada vez más lejanos y desarticulados de la vida urbana, y dependientes del coche y de la contaminación que nos está asfixiando.

Pero los jóvenes –en alta proporción- no tienen prejuicios, no se atienen a las ideas clasemedieras del “estatus”, pueden animarse a prescindir del coche, aprecian la calidad urbana y arquitectónica de los entornos centrales, y valoran mucho más su tiempo y su calidad de vida. Por eso, crecientemente, se están viniendo a vivir al centro, o a colonias consolidadas.

¿Qué le ofrece el suburbio “cotil” (o sea el de los “cotos” de cualquier nivel) a un joven despierto? La tiranía del coche, el aburrimiento de entornos desabridos y homogéneamente mediocres, el aislamiento, las cotidianas horas perdidas en desplazamientos para cualquier cosa, el tedio de la televisión, los cotilleos vecinales…¿Y qué hace el joven (o las parejas jóvenes) cada vez con más frecuencia? Buscar una vivienda que le permita aprovechar todo lo que de bueno puede tener Guadalajara: su auténtica vida urbana, su arquitectura y sus árboles, las ventajas de las proximidades; la vida cultural, recreativa, comercial, laboral que se puede hacer en breves traslados a pie, en bicicleta, en camión, en taxi…

Hace algunos meses un par de muy jóvenes arquitectos optaron por ir a vivirse a un amplio departamento en el mero jardín de San José de Gracia. Muy módica renta, inmejorable ubicación, excelente arquitectura de un edificio moderno estupendamente integrado a un entorno patrimonial. Y descubrieron todo un mundo del que se estaban perdiendo y del que ahora gozan con fruición. Descubrieron el centro y todas sus riquezas, no por nubladas o invisibles a veces, menos presentes y favorables.

Se mueven a pie o en bicicleta. Gastan mucho menos. La oferta gastronómica es asombrosa y estupenda. La vida comercial entrega muchos divertidos y útiles secretos, las muy variadas redes humanas y de solidaridad no dejan de sorprenderlos gratamente. Viven fiestas barriales y desfiles y manifestaciones y mercados. Llegan a su trabajo en ocho minutos. Siguen, gracias a la ciudad, aprendiendo grandemente de arquitectura y urbanismo. Ya están haciendo pequeños proyectos para mejorar su contexto inmediato. No han tenido problemas de seguridad. Están sumamente divertidos, y se les nota.

Claro que hay algunos inconvenientes. Nada que la inteligencia y el humor no puedan superar. Los camiones, claro, siguen con su más que estúpido amontonamiento y su peor de estúpida contaminación por humos y ruido. Ya verán estos jóvenes cómo ayudar a resolver este resoluble conflicto. Además ya viene la línea 3 del Tren Ligero: podrán así estar en lugares lejanos en pocos minutos y habrá menos camiones.

Como estos jóvenes hay muchos. Ellos son la esperanza de que Guadalajara deje su camino de tontería y despilfarros ecológicos y patrimoniales y retome una vida urbana razonable, interesante, intensa, variada. O sea, la que tienen las ciudades de a de veras y los ciudadanos inteligentes.

Por mientras, los “cotos” y su modelo de vida medroso, aburrido y autista seguirán languideciendo atrás de sus murallas y sus gendarmes…

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