Cronista y defensor del patrimonio mexicano muere el historiador Guillermo Tovar y de Teresa (1956-2013)


Guillermo Tovar y de Teresa. Foto: Benjamín Flores.

El erudito brilló por obras como “La ciudad de los palacios”, así como por su incansable labor para proteger y rescatar la riqueza cultural del país.

La noticia del fallecimiento inesperado del cronista de la Ciudad de México, Guillermo Tovar y de Teresa, tocó darla a su hermano Rafael, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y conmocionó de inmediato todos los ámbitos de la cultura mexicana por cuanto consiguió ser un hombre múltiple que, desde los 12 años, como asesor de la Presidencia de la República, asombró por su memoria y hambre de saber.

Poco después de las 17:00 horas, el Twitter de Rafael Tovar y de Teresa ensombreció el domingo, y la noticia trascenderá sin duda las fronteras del país, pues los alcances del historiador en el terreno del barroco novohispano eran del conocimiento no sólo del mundo en lengua española.

“Con dolor fraternal comparto con toda mi familia el fallecimiento de mi hermano Guillermo Tovar, cronista de la Ciudad de México. Descanse en paz”.

Tres horas más tarde, a través de un comunicado del Consejo, se supo que la muerte sorpresiva fue resultado de una “hemorragia interna”. Al parecer por una caída accidental a la que en un principio no dio importancia, ocurrida en su casona restaurada por él en la calle de Valladolid, colonia Roma-Condesa, hace unos días.

Defensor del patrimonio monumental e histórico de México como pocos, autodidacta que prefirió las conversaciones matutinas con su abuelo en lugar de ir a la escuela, Guillermo Tovar, nacido el 26 de agosto de 1956, levantó su voz con fuerza y valentía cada vez que se atentaba contra la Ciudad de México. De ahí que fuera designado muy joven su cronista, sucesor de Artemio del Valle Arizpe, Luis González Obregón, Salvador Novo y José Luis Martínez.

Al asumir el cargo, sin embargo, dijo que éste no podía recaer en un solo hombre, y que la crónica de la inmensa urbe la hacían diariamente los periodistas y escritores. De ahí que fundara el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.

Autor del imprescindible estudio en dos volúmenes La Ciudad de los Palacios: Crónica de un patrimonio perdido (1990), Tovar dejó obras de primer nivel como La Ciudad de México y la Utopía en el siglo XVI (1978), su investigación exhaustiva Bibliografía novohispana de arte (1988), El arte de los Lagarto, iluminadores novohispanos de los siglos XVI y XVII (1988), su deslumbrante México barroco (1989), Escultores mestizos del barroco mexicano (1981), y El Pegaso o el mundo barroco novohispano en el siglo XX (1993), entre otros.

En 1991 reunió en la ciudad de Querétaro a los más importantes investigadores del barroco en el mundo. Y para el quinto centenario del Encuentro de Dos Mundos pasó un año en Sevilla, España, consultando los Archivos de Indias. A partir de entonces comenzó a escribir una historia de México que no alcanzó a publicar.

Desde adolescente era un asiduo visitante de archivos y bibliotecas. Los cuidadores del Archivo General de Notarías, medio en serio y en broma, decían que lo cuidaban para que no manchara los documentos antiguos con sus paletas. Se convirtió así en un paleógrafo profesional. Desde 1967 fue invitado a trabajar en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

A mediados de los 90 hizo una airada defensa de los coleccionistas privados ante las trabas terribles del instituto para poseerlas, al grado de denunciar persecución a algunos de ellos.

Brilló por su memoria inconmensurable y no había nada que no supiera del arte colonial, al que odiaba llamar “religioso”. Su laicismo era producto de sus lecturas tempranas de los exponentes del liberalismo del siglo XIX. Los mejores investigadores novohispanos y cronistas locales de las principales ciudades país lo conocían y respetaban, y era un experto en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Resultó histórico que mientras estaba dando una conferencia sobre la necesidad de su rescate, en su propio interior, cuando una tormenta empezó a filtrar el agua de las bóvedas. Ahí nació el proyecto de recuperación del edificio, que estuvo a cargo del arquitecto y restaurador Sergio Saldívar, a quien apenas hace un par de semanas acababa de felicitar por sus contundentes argumentaciones a la revista Proceso por la intervención fallida a la escultura de El Caballito. Estaba atento siempre al acontecer cotidiano del país y tenía una relación permanente con la prensa, actitud vital y crítica que redundó en beneficio de la difusión patrimonial.

Una vida de trabajo que empezó muy pronto y que tenía mucho por delante.

La familia de Guillermo Tovar dio a conocer que mañana lunes su cuerpo se velará en el panteón Francés de San Joaquín de Legaria.