¿Por qué los conservadores conservan tan poco?


Por Juan Palomar

La pregunta se puede desdoblar por lo menos en dos sentidos. Uno: ¿Por qué en Guadalajara, ciudad tradicionalmente conservadora se han  cambiado tantas edificaciones de valía por baratijas o adefesios? Y dos: ¿Por qué en este contexto, donde abundan las gentes “conservacionistas” que se manifiestan de distintas maneras o incluso trabajan en dependencias oficiales relacionadas con el tema, no se ve que existan acciones efectivas, que propongan, que hagan algo sobre el terreno de los hechos?

Sendas perplejidades. Bien se sabe que las capas de la población que en nuestra ciudad toman decisiones con respecto al patrimonio, frecuentemente de su propiedad, se caracterizan por su conservadurismo. ¿Pero, bien a bien, qué es lo que buscan conservar? Sus propios intereses. Desde hace generaciones nos hace falta una elite económica ilustrada. Que tenga un sentido amplio de la cultura local y de su valía, que se de cuenta de que su prosperidad está fincada sobre la riqueza colectiva. Y que parte muy significativa de esa riqueza está encerrada en el patrimonio construido. Por eso se han perdido tantas buenas edificaciones, generalmente casas, para ser sustituidas por construcciones cuyo único mérito es el de convenir económicamente a sus propietarios. Los ejemplos son muy abundantes. En vez de guardar lo valioso y buscar otros lugares para seguir aumentando su riqueza, deciden reutilizar, demoliendo, los solares propios –o los adquiridos para especulación- para “sacarles provecho”. Resultado: ver el centro y las colonias. Un factor determinante de esta situación es la falta de imaginación (de ilustración) para reutilizar y hacer vigente con inteligencia el patrimonio.

¿Y qué ha sucedido desde el ámbito oficial? Que las autoridades, desde que se tiene memoria, han colaborado más o menos servilmente con los poderosos para que éstos hagan y deshagan con la ciudad a su arbitrio. Centenares y centenares de licencias de demolición, y de actos de tolerancia respecto a fincas valiosas están allí para comprobarlo. Las defensas legales del patrimonio han sido generalmente débiles y faltas de convicción. Laissez faire, laissez passer ha sido lo normal. A la fecha, la protección efectiva del patrimonio del siglo XX es prácticamente inexistente y un mediano abogadillo, o el Tribunal Administrativo, logran casi cualquier cosa. Por lo que respecta al siglo XIX, ahí están las más de 800 fincas en abandono en el centro, entre las que hay decenas en peligro de colapso, sin que se oiga por parte del INAH ninguna iniciativa al respecto.

Ahora, grupos e individuos conservacionistas no faltan en Guadalajara. Con alguna frecuencia se oyen sus quejas y lamentaciones respecto al patrimonio. Pero no parecen pasar de allí. Porque quejarse y ganar credenciales de defensores del patrimonio sin pasar a la acción es redituable socialmente… y conservador. Conservador de un estatus quo en el que, sin propuestas audaces y comprometidas respecto a qué hacer en el terreno de la realidad, todo seguirá igual. No se hace mayor cosa, pero en el momento de que alguien intenta caminos nuevos para dar uso viable al patrimonio llueven las jeremiadas. Así, lo único que los conservacionistas conservan es su propio conservadurismo de buen tono. Es muy otra la actitud que podrá defender y promover lo mucho que nos queda, y que la actual situación, y los actuales ánimos, mantienen bajo amenaza.

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