Más reflexión y menos intelectualización: Humberto Ricalde [El Informador]


El arquitecto considera ejemplar la Cruz de Plazas de Guadalajara.

El yucateco, radicado en el df, es una referencia por su trabajo en la UNAM y en diversos despachos

GUADALAJARA, JALISCO (22/SEP/2012).- Presente en Guadalajara para dar una charla titulada “Sentir, Pensar y Habitar” en el Centro para la Cultura Arquitectónica y Urbana, Humberto Ricalde –nacido en Mérida, Yucatán (1942) pero radicado en el Distrito Federal— habla sobre sus 70 años de vida y los 46 de estos que le ha dedicado a su quehacer profesional. Libre, sin ataduras a un despacho para su producción arquitectónica o grupo alguno de gestión ejecutiva o ideológica, su único apego ha sido el académico como parte medular del taller Max Cetto de la UNAM.— Arquitecto, las personas del CCAU comentan que a usted le gusta mucho venir a Guadalajara.

—Sí, yo les decía que son las prebendas de tener 70 años y de haber venido por primera vez en 1960 o 61, hace 50 años. Y es extraño porque llega uno a esta edad y no se siente viejo, y además de haber estado aquí hace 50 aún creo que es una ciudad bellísima. Siempre lo he dicho: su sistema de Cruz de Plazas tiene una prestancia que ningún otro centro histórico tiene. La idea de Ignacio Díaz Morales de estructurar así, enmarcar el Teatro (Degollado), comunicar estas diversas plazas, el Palacio de Gobierno y prolongarlo hasta el Teatro… porque después la otra intervención, la que llega hasta el Hospicio Cabañas, fue excesiva. Yo conocí la Cruz de Plazas sin la Plaza Tapatía, una intervención maravillosa, radical, con las fuentes que rodean al teatro, los naranjos y la Rotonda de los Hombres Ilustres. En fin, siempre digo que al menos la parte estructurada del centro da una sensación centroeuropeísta.

— ¿Y a la distancia, arquitecto, cómo ve Guadalajara?

—Hacía cinco años que no venía. Lo que vi en el aeropuerto –me dicen que lo reformaron hace apenas unos años—… tiene escala, es grande pero es muy amable y no es monumental, porque por ejemplo –y vamos hacer la crítica— la Terminal 2 de Francisco Serrano (en el Distrito Federal), claro que se necesitaba, pero la sección de los agujeritos lo hace poco amable aunque internamente tiene muy buena luz, y ves este, con todas sus adiciones e intervenciones, y es muy cordial. También vi el hotel (Riu), es bastante digno como acento urbano. Pero un día Juan Palomar me llevó al Centro Cultural Universitario y vi el teatro (Telmex)… ¿de quién es esa intervención? (es obra de José de Arimatea Moyao. NDLR). Peca de monumental. Mucho. Y los edificios urbanos deben ser a la escala de donde actúas y a veces en la arquitectura de Serrano y de toda esa escuela, hay algo de monumentalidad.

— ¿Con quiénes se ha asociado en estos 46 años?

—Antes de irme a Europa trabajé diez años con Augusto Álvarez, el gran racionalista funcionalista que era mi paisano. Cuando regresé estuve con Félix y Luis Sánchez Arquitectos, ahí puedes contar otros 18 años. No es que haya estado los 18 pero cuando había intervenciones urbanas grandes o conjuntos habitacionales, la torre en el remate de Reforma donde está el caballote de Sebastián –iba a ser un hotel y acabó siendo oficinas— y también la prolongación de Reforma hasta el Desierto de los Leones. Eran intervenciones urbanas tan grandes que a veces poníamos oficina específica, digamos, conmigo como jefe de taller para desarrollarlas. Bueno, diez y 18 suman 28. Después estuve con López Baz y Callejas ocho años, vamos en 36. Y hasta hace dos años estuve 10 años con Moisés Becker. Ahí están los 46.

— ¿A dónde se fue los cinco años que menciona?

—Hice mi maestría en Praga, en diseño arquitectónico en la Escuela de Artes y Oficios y después, como admiro muchísimo al arquitecto Alvar Aalto y una finlandesa me invitó a ese país, estuve ahí un par de años. Verdaderamente es una tierra maravillosa, llena de tradiciones profundísimas. Busqué trabajo en la Sociedad de Arquitectos y como en la oficina 24 encontré algo… La gente dice que yo trabajé con Alvar Aalto pero yo no trabajé con él, yo trabajé en una oficina de planificación urbana, pero Giovanna, mi mujer, sí. Ella es especialista en espacios teatrales y Aalto estaba haciendo uno.

— ¿Cuáles son algunas obras suyas que lleva en el corazón?

— Sí. El conjunto Unidad Latinoamericana con Félix y Luis Sánchez que está entre avenida Universidad y Cerro del Agua, son mil 640 viviendas. No está firmada, pero fue maravilloso hacerla siempre con las prisas burocráticas porque Luis Echeverría la inauguró un 20 de noviembre ya que el 1 de diciembre cambiaba la presidencia.

Con Moisés Becker un edificio en Prados Sur, publicada en Arquine, es un edificio para oficinas para una agencia informática y es un edificio que él y yo hicimos con mucho cariño. Con Alberto Kalach, dos edificios en concreto que yo desarrollé ejecutivamente, digámoslo así. Unos son de los años setenta, otros de los ochenta, y hay que aclarar que todos son en coautoría, o sea, no soy el arquitecto que firma obra, la firmo pero con quien me invita.

— Al entendimiento de la arquitectura que tenemos hoy, ¿qué le quitaría y qué le sumaría?

—Le quitaría excesos de interpretación intelectual y racional, y me acercaría más a un entendimiento integral de la arquitectura. Más reflexión y menos intelectualización, eso haría yo con la arquitectura.

Por: Ana Guerrerosantos El Informador