La región más transparente


No es en los grandes bosques ni en los grandes senderos donde la filosofía se elabora sino en las ciudades y en las calles, incluido lo más artificial que haya en ellas.

Gilles Deleuze

por: Juan José Kochen / @kochenjj

“A mediados del siglo 19 la ciudad de México se convierte en personaje” (1). La ciudad ataviada con alguna historia que contar recurrió a momentos clave y retrató a sus personajes en rincones desconocidos para ir conformando una memoria colectiva. La región más transparente se publicó en 1958 cuando Carlos Fuentes (11 de noviembre de 1918 – 14 de mayo de 2012) tenía 29 años. El 7 de abril se cumplieron 54 años de esta obra paradigmática que ha perdurado como la primer gran novela urbana de México y una de las más relevantes de la literatura latinoamericana.

Como cronista urbano y testigo presencial de Los rituales del caos de la ciudad, Carlos Monsiváis (1938-2010) escribió que, en su momento, “(esta novela) fue un mural muy simbólico y al mismo tiempo muy ceñido al detalle de la mezcla de clases. Era una novela muralística con choferes de taxi, prostitutas, figuras de esta sociedad banal y escritores fracasados. Era todo y especialmente la vibración de la ciudad, el ruido de la ciudad… Fue el primer gran retrato de la modernidad urbana, y le dio a los lectores un retrato a tal punto enérgico, sustentado en la gran prosa de Fuentes, que también fue un acontecimiento social”.

Los personajes, calles, lenguajes, usos y costumbres fueron la narrativa de esta obra. La región más transparente –precedente de otras novelas que personificaron la ciudad como Manhattan Transfer de John Dos Passos y Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin– mostró un proceso de secularización y contexto posrevolucionario de la vida en la ciudad a través de una intertextualidad urbanística. El título, extraído de La historia verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz de Castillo, no sólo constituyó una representación de la ciudad real, sino sus imaginarios de réplicas y representaciones sobre la presencia de lo que se ha perdido.

Fuentes tomó la ciudad como texto, decía que “la ciudad es nuestra dignidad” mientras nos transformamos en los espacios que habitamos y construimos los espacios que reflejan lo que somos. La ciudad no tiene una sola temática en su escritura, como las fachadas de sus edificios, como un espacio donde se crean narraciones y donde se imagina el porvenir; la ciudad se desarrolla al ritmo de las formas de apropiación de sus habitantes. A pesar de ser criticado por escribir ‘desde fuera’, el escritor mexicano definió una narrativa urbana como el espacio en el que la ausencia de los otros –no sólo de Ixca Cienfuegos– se volvió presencia en  una ciudad hecha de voces en el tiempo. Fuentes narró la ciudad aristócrata y sus contrastes a nivel de banqueta, sin haber recorrido del todo sus calles, pero sobre la espacialidad, densificación y contaminación visual que se percibe tras la incipiente madurez de la urbe.

Esta novela se volvió un objeto narrativo y dio pauta a múltiples interpretaciones de los espacios, donde la literatura comienza a cobrar fuerza sobre pasajes, escenarios y personajes de la ciudad, al punto de volverla un objeto de abstracción personificado, desértico, transparente. En Megalópolis, Felipe Leal escribió que “la literatura ha contribuido a construir ciudades de papel: Carlos Fuentes nos narró impecablemente en La región más transparente, la transición de nuestra sociedad cosmopolita y diversa; y más tarde, José Emilio Pacheco, en Las batallas en el desierto, nos muestra crudamente la desaparición de los barrios y colonias a causa de la crítica aplicación de las nociones de modernidad”. En 1958, la ciudad se hizo visible y se erigió como un personaje literario y multifacético, años después retomado por escritores y cronistas como Juan Villoro, José Joaquín Blanco, Luis Zapata, Luis Miguel Aguilar, Rafael Pérez Gay, Héctor Manjarrez o David Lida, entre otros.

Tras la muerte de Carlos fuentes y más de cincuenta años después de su primera novela, queda la misma metáfora de la transparencia: “aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestro olores, nuestras carnes ociosas y tensas, jamás nuestras miradas. Aquí caímos… Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”.

(1) QUIRARTE, Vicente (2001), Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México 1850-1992. P. 35.

Foto: CIA Mexicana Aerofoto. 1957. Fundación ICA.

Fuente: Arquine