De funcionalista a orgánico: 30 años de Juan O’Gorman


por Juan José Kochen / @kochenjj  Fuente Arquine

De funcionalista y radical a orgánico y regionalista, Juan O’Gorman (1905-1982) conjugó un producción arquitectónica relacionada con el arte, siendo el miembro más joven de la generación de muralistas destacados mexicanos, entre Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

Ayer se cumplieron 30 años de su muerte, el 18 de enero de 1982. O’Gorman no sólo es uno de los arquitectos más destacados del siglo XX, sino a quien se le atribuye la primera obra funcionalista en Latinoamérica en 1929. O’Gorman se graduó de la Escuela Nacional de Arquitectura e 1925 y trabajó con José Villagrán y Carlos Obregón, al mismo tiempo que tomaba clases de pintura. Su obra arquitectónica se divide en dos grandes periodos: la arquitectura funcionalista y radical, realizada entre 1928 y 1936 y la arquitectura orgánica y regionalista entre 1945 y 1956.

O’Gorman introdujo los postulados del funcionalismo y principios estéticos desarrollados por la Bauhuas: fachadas y plantas libres, ventanas anchas de corte horizontal, pilotes, existencia de azoteas. Su primer obra fue la casa de Cecil O’Gorman en 1929, seguida por la casa de Edmundo O’Gorman en 1931 y la casa estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo en 1932, mismo año en el que fundaría la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN.

En 1933 participó en las Pláticas sobre arquitectura organizadas por la Sociedad de Arquitectos Mexicanos. En su polémica conferencia dijo que “la arquitectura que resuelve las necesidades materiales, palpables, que no se confunden, que existen, pudiéndose comprobar su existencia y que, al propio tiempo, son fundamentales y generales de los hombres, es la verdadera y única arquitectura de nuestra época” (1)

Proyectó varias casas más para intelectuales de su época como la de Frances Toor y Julio Castellanos, así como 33 escuelas públicas –mientras estuvo al mando del Departamento de Construcción de la Secretaría de Educación Pública- que destacaron por la estandarización de los procesos constructivos y una síntesis de los elementos arquitectónicos reduciendo los costos y tiempos de construcción.

Su etapa orgánica con principios regionalistas, en sus palabras, es una “manifestación artística que tiene relación directa con la geografía y la historia del lugar donde se realiza. Así pues la arquitectura se convierte en el instrumento armónico entre el hombre y la tierra, reflejando la forma y el color del entorno donde se ejecuta la obra” (2)

Los murales de mosaico de piedra de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria en 1949 y su casa en San Jerónimo para 1953 se erigieron como las dos obras insignes de este segundo periodo. De un pensamiento ortogonal y funcionalista, incluso con cactus perfectamente alineados y simétricos, O’Gorman pasó a una concepción organicista y onírica con motivos ornamentales naturales y tradicionales de la arquitectura mexicana.