El lado obscuro de la política mexicana de vivienda


Por: Óscar Humberto Castro

En México una gran parte de la construcción de vivienda tiene muy poco que ver con la arquitectura y mucho con todo lo demás. Es como ese cuento infantil de nunca acabar que dice “Este es un gato con los pies de trapo y los ojos al revés ¿Quieres que te lo cuente otra vez?”. Me explico.

Uno de los principales motores de nuestra economía en los últimos dos sexenios ha sido la construcción de vivienda, principalmente de interés social. Durante el gobierno de Vicente Fox los distintos organismos públicos financiaron la adquisición de un poco menos de 3.1 millones de viviendas y durante sexenio de Felipe Calderón, entre 2007 y 2009, financiaron la adquisición un poco más de 2.1 millones. En total casi 5.2 millones de viviendas del 2001 al 2009.

En términos económicos la cifra invertida se antoja astronómica, pero sólo para ayudar a dimensionarla, en esos nueve años (de 2001 a 2009) los organismos públicos financiaron más vivienda de interés social que en los 27 años previos (de 1973 al 2000).

Hace diez años, cuando realicé la primera investigación sobre las condiciones de la vivienda en Jalisco, encontré un fenómeno que si bien no era el objetivo del estudio, resultaba insoslayable: después de un par de años de habitarse, los desarrollos de vivienda presentaban un porcentaje de deshabitación de alrededor del 15 %. Si este porcentaje se repitiese en el resto de desarrollos de vivienda en nuestro país, podía esperarse que en los siguientes diez años se deshabitaran alrededor de 780,000 viviendas. La cifra parecía tan descabellada que los pocos debates que se generaron al respecto no prosperaron mucho.

Le tomó al INFONAVIT 10 años para atreverse a publicar cifras oficiales al respecto. Y las cifras son alarmantes. Según el Estudio Nacional de Vivienda Deshabitada (2010), de las casas vendidas entre 2006 y 2009 a través de un crédito del instituto, están sin habitar un 25 %, lo que asciende a un total de 354,691 viviendas. Suponiendo que este fenómeno sólo aplique a los créditos del INFONAVIT, es posible que entre el 2001 y el 2009 se hayan acumulado alrededor de 800,000 viviendas deshabitadas esparcidas en cientos de conjuntos habitacionales a lo largo de todo el territorio nacional.

Según el estudio, las principales razones para no habitar la vivienda fueron:
No hay servicios básicos 38%
Les quedan lejos del trabajo, escuela y familia 31%
Mala calidad de las viviendas 10 %
Los espacios son insuficientes 8 %
Otros 13 %

Al respecto, el Director General del INFONAVIT, Víctor Manuel Borrás, hizo al diario Reforma el pasado 3 de febrero una declaración que resume en forma incomparable las profundas fallas de la política del instituto que él mismo encabeza: “les cuesta más barata la casa que el transporte… existen familias que gastan 500 pesos mensuales en el pago de su hipoteca, pero hasta mil pesos en trasporte”. No que este descubrimiento de su director vaya a cambiar de alguna manera las políticas de financiamiento de vivienda del instituto. Por supuesto que no. Al ilustre funcionario se le pasó mencionar que uno de los principales objetivos del financiamiento de vivienda en México no es satisfacer la necesidad de vivienda de millones de personas, sino inyectarle dinamismo a nuestra economía. Que esto se haga con recursos provenientes tanto del ahorro en la cuenta de vivienda como del salario de los trabajadores mexicanos (y con lo que probablemente será la inversión principal de su vida), es por supuesto, una minucia.

Las consecuencias de este fenómeno son múltiples y muy poco alentadoras. Haciendo a un lado los gigantescos costos sociales, económicos y ambientales que tiene para nuestro país tener un parque de 800,000 viviendas deshabitadas, es muy posible que estos costos se incrementen de diversas maneras. Una importante cantidad de estas viviendas corre el riesgo de caer en cartera vencida. Recuperarlas va a tomar largos y costosos procesos judiciales. Durante los años que permanezcan vacías van a deteriorarse, por lo que una vez recuperadas habrá que invertir más recursos para ponerlas en condiciones de volverse a vender (para probablemente ser abandonadas y reiniciar el ciclo). Mientras esto sucede, es posible que se vuelvan foco de vandalismo, lo cual tenderá a ahuyentar a vecinos inmediatos quienes no querrán vivir junto a casas que atraen a diversos huéspedes indeseables. Es posible que esto los force abandonar sus propias casas, contribuyendo a incrementar el índice de deshabitación a un nivel imposible de establecer por el momento. En algunos desarrollos este fenómeno será mucho mayor que en otros, pero el tipo de propiedad hará casi imposible recuperar estos conjuntos para darles otro tipo de uso. Etcétera.

Y mientras en los últimos tres años en México se deshabitaron viviendas nuevas a un ritmo de aproximadamente 325 viviendas diarias, las “autoridades” en la materia nos hablan del futuro sustentable que imaginan instalando calentadores solares y focos ahorradores. Esta política de vivienda es un círculo vicioso que se repite una y otra vez mientras los funcionarios pregonan alegremente el cuento del gato con los pies de trapo y los ojos al revés ¿Quieres que te lo cuente otra vez? No sólo me cuesta trabajo tomarlos en serio; me cuesta también creer que este resultado sea un mero accidente.
Referencias:
http://www.conafovi.gob.mx/documentos/vivienda%20en%20cifras/estadistica-vivienda/EV-1993-2010_a_284.pdf 4 de febrero 2011

,