Edificios que congelan en invierno


Por: Jorge López de Obeso

Es común  que en Guadalajara en invierno sintamos más frío dentro de la casa que afuera. El gran secreto en esto es que los arquitectos tropicales no nos hemos tomado en serio el concepto de aislamiento térmico (si es que hay quien lo conozca). Dejamos a nuestros edificios y casas sin abrigo en el frío. El resultado: se sufre más el frío en Guadalajara que en Suiza o Canadá.

Para vencer el frío, nuestro cuerpo tiene capacidad de autorregularse, y sabemos ayudarlo al ponernos un suéter o al cubrirnos con una cobija. En realidad,  esto es aislamiento térmico, y aunque acostumbramos proteger nuestros cuerpos, no nuestras casas o edificios, que construimos sin posibilidades de ponerse ni una bufanda. Los materiales que utilizamos tienen un comportamiento térmico ineficiente, todo el calor que se pueda almacenar durante el día se escapa por los cristales de las ventanas, se diseñan fachadas y se decide el emplazamiento pensando muy poco que en el invierno sus ocupantes irremediablemente se congelarán.

Lo triste es que estamos acostumbrados a estar incómodos en nuestras casas y edificios, resignados a que los arquitectos que las diseñaron no tuvieron la capacidad de conseguir que mantuvieran una temperatura adecuada. Ante esto, lo más lógico es que el usuario, en cuanto pueda pagarlo,  recurrirá a acondicionamientos térmicos mecánicos. (Mi compañera de casa, que se hela en su cuarto, escribió en Twitter hoy mismo: “Lo siento, pero haciendo caso al globarwarmer que llevo dentro, compraré un calentador eléctrico”). Y no es que sea mala idea llevar un suéter dentro de la casa o dormir con una cobija,  pero si con esto el usuario continúa sin conseguir calentarse, cuidar su salud será una prioridad.

Calefacciones y aires acondicionados son la principal causa de consumo energético en el planeta, principalmente en los países con climas más extremosos, con inviernos muy fríos y que decidieron desde hace varias décadas que había maneras de dejar de sufrir. Si aquí no lo hemos hecho, es más una razón económica que de decisión de cuidado del medio ambiente, y ahora vemos las tiendas departamentales ofreciendo calentadores eléctricos por menos de $1,000 pesos. Calentadores que son mucho más ineficientes que los que fueron diseñados para estar integrados a las viviendas desde su concepción.

La solución está en el diseño. Lo primero es ser inteligentes y dejar que el sol, la principal fuente de calor con la que contamos (que por cierto, es potentísima en Guadalajara y como en todo el mundo, gratis), actúe calentando cuando lo necesitamos. La solución más obvia es la orientación, al sur y oriente, aunque no la única, ya que desde hace mucho tiempo que se emplean técnicas que van desde muros trombe (muro pintado de negro con un cristal que atrapa el calor, con esclusas para regular el flujo del aire caliente) hasta postigos que regulan la entrada del sol.

Además de esto, contamos con las propiedades de los materiales. Los que utilizamos nosotros (cristal, block, concreto) son excelentes conductores térmicos, con valores R de menos de 1 (La resistencia térmica, comúnmente medida como “valor R” es la combinación de la conductividad más el espesor del material, que resulta en un intercambio de temperatura entre un lado del material y otro). La madera, los concretos celulares y sobretodo los aislantes térmicos tienen un valor R mucho mayor, lo que garantizaría que el calor interior no se escape por los muros, siendo muchas veces inclusive más baratos y ligeros que los que acostumbramos usar.

Las ventanas dobles o duovent, aunque efectivas para evitar que atraviese la temperatura, ciertamente son mucho más caras y la inversión no vale la pena en nuestro clima. Para proteger las ventanas basta con postigos de madera (con una excelente resistencia térmica) y cortinas con telas aislantes (como las que se usan para la ropa “calientita”) que además son fáciles de regular.

En nuestro país la mayoría de la energía proviene de fuentes no renovables y altamente contaminantes (petróleo) y si no gastamos energía en calefacción no es porque no queramos, sino porque no se nos ha ocurrido. Si los arquitectos seguimos diseñando con tan poco cuidado de los ocupantes, llegará el momento en que económicamente los aparatos serán accesibles (que es ahora) y decidirán parar de sufrir, lo que nos hará responsables de un derroche de energía y emisiones de CO2 por no tener la habilidad de que nuestros edificios y casas no congelen a sus usuarios. Es una solución de diseño.